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Un paseo por París ...

Les élèves de 1ère et de Tle Bachibac vous proposent quelques articles pour vous faire découvrir leur escapade parisienne de décembre dernier. Ne vous reste qu'à cliquer sur les liens proposés ci-dessous. Bonne lecture !

"Dejemos volar nuestra imaginación..."

Fábula realizada por M. C

A raíz de la lectura del libro Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar de Luis Sepúlveda, algunos alumnos han decidido crear sus propias fábulas. El libro les ha servido como base y como fuente de inspiración a la hora de la producción. Aquí tenemos algunos ejemplos:
 

Historia de un perro y de la gata que volvió a darle el gusto por la vida

Una triste pelea

 

En un soleado día de primavera, una familia de perros estaba paseando por las calles de Londres. La familia se componía de la mamá perra, del papá perro y de los dos hijos perritos.

La mamá estaba orgullosa de sus hijos. Amaba mucho a su marido. Era una perra muy bonita, de raza Collie. Su pelaje era una mezcla de blanco, marrón y negro. Sus ojos eran de un intenso azul. Se llamaba Pelusa. Era muy amable, muy generosa y atenta con sus hijos. Le encantaba hacer largos paseos.

El marido era de la misma raza. Se llamaba Cairo. Era amable, pero eso no impedía que fuese estricto también. Su pelaje era marrón y tenía un mechón blanco bajo el vientre.Protegía muy bien a su familia. Participaba en combates de perros porque sus dueños querían cobrar dinero y no les importaba que esto fuera muy peligroso para ellos.

Uno de los hijos se llamaba Orson. Era el hijo mayor. Tenía el pelaje negro con manchas marrones. Era intrépido. Le gustaba mucho el peligro. Desgraciadamente y al igual que su padre, también participaba en combates, aunque a decir verdad, no le gustaba mucho esto tipo de peligro. Era un perro muy pequeño, por lo que respetaba mucho a los demás perros contra los que se enfrentaba. Le chiflaba subirse a los árboles.

El otro hijo se llamaba Quesito. Era el hijo menor. Era de color marrón con un mechón blanco sobre el hocico. Su principal defecto era ser miédoso. Le gustaba mucho dormir y relajarse. Como indica su nombre, le encantaba el queso.

Esta familia vivía en una bonita casa con ruinos dueños. Solo el niño de la familia era amable. Además, era el mejor amigo de los perros. Se preocupaba mucho por ellos, ya que no quería que participaran en combates.

 

Aquella tarde era muy cálida. La familia con sus dueños (salvo el niño) entraron en un granero para que Cairo y Orson pelearan contra otros perros. Se podía percibir percibió la tensión en el aire. Cairo peleó contra un Bull Terrier muy imponente. Se llamaba Másfuerte.

 

- Hola, voy a matarte. Voy a ganar. Eres un enano. Esta pelea durará menos de treinta segundos con un perro de tu raza, ladró Másfuerte.

 

-Si crees que me das miedo, lo llevas claro! No soy ningún enano y yo voy a matarte, dijo Cairo.

 

La pelea por fin dio su comienzo. Al principio, Cairo dominaba a su adversario. Pero rápidamente perdió el control. Su enemigo le arañó en el hocico y en los ojos. La sangre corría por su cuerpo hasta llegar al suelo, en donde se formó un charco. Cairo perdió la conciencia. Másfuerte le asestó un último golpe en el corazón que lo mató. Al ver el cuerpo sin vida del pobre Cairo, los dueños se enfadaron porque habían perdido dinero en la apuesta.

Por su parte, Orson debía pelear contra un pastor alemán que se llamaba Destructor. A pesar de su joven edad, el combate fue muy difícil. Primero, Destructor empezó dominando el combate, propinándole una multitud de puñetazos. Sin embargo, y aprovechando el cansancio de Destructor, Orson tomó ventaja en el combate. Pero esta ventaja duró poco tiempo. Destructor, sacó fuerzas de flaqueza y mató a Orson. De nuevo un cuerpo sin vida de un perro yacía sobre el suelo. A los dueños no les importó en absoluto que un nuevo perro muriera, lo único sino que les importaba era haber perdido dinero en la apuesta.

 

 

Cuando la mamá perra y su hijo pequeño vieron los cuerpos sin vida de Cairo y Orson, fue como si una daga les atravesase el corazón y les invadió una pena muy grande. Por culpa de los caprichos de los humanos, dos pobres perros murieron en combate.

 

El último dolor

 

Los días siguientes a la muerte de los dos perritos fueron muy tristes. La mamá, Pelusa, lloró todos los días y su hijo no salió de su lecho. Se quedaba aislado del mundo y de los humanos de lo grande que era su pena.

Un día, los amos de Pelusa y Quesito quisieron llevarles en coche a dar un paseo por el bosque. Lo extraño de todo esto, era que el niño no venía con ellos. Pelusa recobró un poco el ánimo con ese paseo. Pero, por desgracia para ella, sus dueños se pararon en un lugar despoblado para atarla a un árbol. En cambio, ellos se volvieron a subir al coche. Quesito no entendía nada. ¿Por qué su mamá no subió al coche con los humanos? El vehículo volvió a arrancar y embistió contra Pelusa. Quesito clamó con fuerza contra sus dueños. Creía que era una pesadilla, aunque lo peor aún estaba por venir. El coche se paró de nuevo en otro lugar despoblado y le abandonaron a él también. En ese momento, Quesito quiso morir.

Caminó durante 4 días hasta un pueblo. Estaba tan cansado que se quedó dormido al lado de la carretera.

 

Un magnífico encuentro

 

Cuando se despertó, vio a una maravillosa gata. Al ver al perro, la gata no tuvo ningún miedo en acercarse a él, ya que el perrito parecía muy débil. Se presentó.

 

-Buenos días, me llamo Prada. ¿Que te ha ocurrido? Estás muy sucio. ¿Cómo te llamas? Maulló la gata.

 

-Hola, me llamo Quesito. Encantado. Mis amos me han abandonado y hace 4 días que camino sin rumbo, susurró el perrito con una voz tenue.

 

-Entonces, voy a buscar ayuda para ver si mi familia te aceptará. ¿Qué te apetecería comer?

 

-Me gusta mucho el queso. Muchísimas gracias, dijo Quesito antes de perder el sentido.

 

La gata corrió a través del pueblo hasta llegar a su casa. Solo podría hablar con la niña, dado que no se encontraba nadie más en casa. Ella aceptó y contó la espantosa historia del perro a sus padres. Ellos aceptaron enseguida acoger a Quesito. Estaban muy emocionados.

 

La gata fue con la niña en busca de Quesito. Vieron que tenía alucinaciones. La niña lo tomó en sus brazos y lo llevó a su casa. Era una casa muy grande de dos plantas. En la primera planta, se encontraba la cocina, el salón-comedor, los baños y una sala de juegos. En la segunda planta, estaban las habitaciones de la niña y de los padres. También había un cuarto para los animales con sillas, cuencos y cajas: el paraíso para ellos. La casa también disponía de un gran jardín y de una terraza.

 

Los padres de la niña eran veterinarios, por lo que rápidamente curaron al perrito. Primero, le dieron comida. Luego, lo lavaron y le colocaron en un capacho. Los días transcurrieron y el perro por fin recobró sus fuerzas. Sin embargo, estaba todo el tiempo triste y no hablaba mucho. La gata le preguntó por qué sufría.

Con una gran valentía, Quesito le contó su desafortunada historia con sus dueños. También le explicó que estos le obligaban a hacer combates de perros. Contó también cómo su familia murió. No pudo retener sus lágrimas. La gata maldijo a los humanos: a causa de sus antojos, estos son capaces de cometer los peores crímenes.

 

La vida es bella

 

La niña había enseñado a su gata a tocar piano. La gata se pasaba todo el día tocándolo. Un día, el perro salió de su capacho para ver quién tocaba tan bien el piano. Quesito la elogió. A partir de aquel momento, el perro se dedicó a escuchar a la gata cómo tocaba el piano. De esta manera, aprendió no solo a apreciar este instrumento, sino que también le sirvió para que se interesase por la música clásica y descubrir otros compositores. Le encantaban artistas como Mozart, Beethoven o Ravel. La gata vio que al perro le chiflaba la música, asi que le enseñó a cómo leer las notas en una partitura. Al cabo de 3 semanas, el perro supo leer todas las notas que existen, y con tres semanas más, aprendiá sus ritmos.

A continuación, la gata enseñó al perro a tocar el piano. Los primeros estrenos fueron terribles, pero después de un año, el perro aprendió a tocar el piano de manera brillante. Al mismo tiempo se había forjado una verdadera amistad. Eran como “uña y carne”. Un día, la niña descubrió al perro tocando la música pensando que era su gata. Se quedó perpleja.

 

El perro expresó -después de todo, había pasado 3 años en la familia- el deseo de volver a ver a su real amo y al niño. La gata y la niña lo entendieron. La despedida fue muy dífícil, tanto para el perro como para la familia, ya que había cuidado de él en su peor momento.

 

El perro tuvo que caminar durante una semana para llegar a la casa de sus dueños. Una vez allí, entró discretamente por la ventana del cuarto del niño. El niño se puso tan alegre al ver a su mejor amigo que no supo qué decir. Por primera vez, el perro ladró en el lenguaje de los humanos.

 

-No quiero darte miedo pero tengo algo urgente que decirte, susurró Quesito.

 

-Tú…. tú…. ¡hablas mi idioma!Yo lo sabía que me entendía. Díme, dijo en voz baja el niño.

 

-Tienes que irte de esta casa. He conocido a una mejor familia donde podremos vivir juntos y ser felices hasta el fin de nuestros días.

 

El niño se dio prisa en coger sus pertenencias, pero dijo a su perro que no quería vivir en otra familia. De este modo, robó el dinero que sus padres tenían en la caja fuerte y decidió comprar una casa para él y su perro. Enseguida encontró una casa, por lo que pudo dejar para siempre su antiguo hogar con sus depravados padres.

 

Para ganar dinero para vivir, el perro tocó el piano en un restaurante. Cada vez fue más y más famoso, lo que le permitión hacer conciertos y tocar para gente muy importante. Tocó incluso para la Reina Isabel de Inglaterra. Ganó mucho dinero, pero para él y el niño, no era la principal causa de su alegría. En efecto, la música les había puesto más felices, ya que la música era la poesía del corazón y el mejor remedio contra todas las formas de crimen. Sin embargo, lo más importante era que por fin podían vivir lejos de sus dueños.

El oso y el pez de E.G.

 

Bernard era un oso muy maleducado, que vivía en una madriguera con un maravilloso jardín situado frente a un arroyo. Todas las mañanas, después del desayuno, Bernard tenía la costumbre de ir a tirar su basura al arroyo, de modo que los peces eran los grandes damnificados de las acciones de este oso irrespetuoso.

Un día, un pez que se llamaba Jackie, se atrevió a encararse con el oso :

  • Hey tú, ¿por qué destruyes nuestro háabitat ? --- dijo Jackie enfurecido

 

  • ¿Quién eres y qué demonios quieres ? --- replicó Bernard

 

  •  ¡ Soy Jackie y cada día tengo que nadar en tu basura ! --- contestó indignado el pez

  •  

  • ¿Y acaso es mi problema ? --- dijo el oso en tono de burla

 

  •  ¡ Es tu problema porque eres el responsable de que el arroyo esé en estas condiciones ! protestó Jackie

 

  •   Deja de importunarme,  ¡  tengo cosas más importantes que hacer ! --- replicó tajantemente Bernard

 

A raíz de esta conversación, el oso volvió a su casa sin que la conversación que había tenido con el pez, le hubiese importado lo más mínimo . Por el contrario, Jackie se fue a casa bastzante ofendido. Unos días más tarde, los pecesdecidieron actuar para salvar su entorno, por lo que pidieron ayuda a sus amigos los pájaros. Estos aceptaron trasladar los residuos que se encontraban en el arroyo, al jardín preferido de Bernard.

Al día siguiente, cuando Bernard abrió la ventana, se encontró con toda la basura que él habia estado arrojando al arroyo. El oso, muy enfadado, decidió ir al arroyo para pedir exclamaciones a los peces :

  • ¿Maki ? ¿Maki ? ¿Estás aquí ? --- dijo Bernard

  •  ¿Por qué gritas ? ¿A quién buscas ? --- contestó el pez como si con él no fuese la cosa

  • Te buscaba a ti --- replicó el oso

  • No soy Maki, sino Jakie --- argumentó Jackie

  • ¿Y qué importa eso ? ¿Qué hiciste a mi maravilloso jardín ? ¡Lo has destruído ! Bernard estaba muy irritado

  • ¿Acaso es mi problema ? --- contestó el pez en tono de guasa

  • Es tu problema porque mis flores están contaminadas por tu culpa --- dijo Bernard

  • ¿Ves cómo es desagradable vivir en un entorno contaminado ? Si respetas nuestra casa respetaremos la tuya --- replicó Jackie de manera contundente

  • De acuerdo, acepto, ahora ayúdame a limpiar esto --- añadió Bernard

  • Los pájaros te ayudarán, gracias por mi familia, te estará agradecida --- concluyó Jackie

Y desde aquel día, el oso no volvió a tirar nunca más su basura en el arroyo…

Otra fábula inventada por E.C. : 

La historia de la pequeña golondrina

Érase una vez una bandada de golondrinas que volaba por encima del mar Mediterráneo. Bajaron a comer insectos y algunos pececitos, ya que llevaban un largo viaje. Entonces, de repente, se encontraron con una gran masa de petróleo y algunas se quedaron atrapadas. Ingah, una de las golondrinas, pudo escapar pero vio que tenía el cuerpo tan impregnado de aquella sustancia que decidió dirigirse a la costa y morir allí.

Hizo un gran esfuerzo y, cuando ya no podía más, se desplomó sobre una terraza de una casa cercana al mar, en Montgat. En aquella terraza, había un perro llamado Spot que se esforzó por ayudarla a curarse, pero su esfuerzo fue en vano. Cuando fue a buscar a sus amigos perros, se acordó que la golondrina Ingah le había hecho prometer que cuidaría del huevo que había puesto y del pollito que de aquel huevo naciera, y que también le enseñaría a volar cuando fuera mayor. Spot era un perro que nunca faltaba a su palabra, y por eso lo ladró con todos los perros de la costa y entre todos educaron a la pequeña golondrina. Los perros fueron como un padre para el pollito, ya la sacaron de algún que otro problema. El problema surgió cuando llegó el momento de enseñarle a volar, dado que les fue totalmente imposible, no les salía de ninguna manera. Ni siquiera buscando en la enciclopedia del Bazar de Carlos.

Al final Spot tuvo la gran idea de que solo un humano les podría ayudar, y aunque tuvieron que romper el tabú por primera vez en la historia de los perros, lo consiguieron gracias a la ayuda de un poeta que hizo que la pequeña golondrina tuviera ganas de volar.

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